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Ciudad del Vaticano, 8 diciembre 2024.- Cinco años después las campanas vuelven a sonar. La maravilla de la catedral de Notre-Dame, con su aguja, sus pináculos y sus vidrieras, vuelve a abrir sus puertas con los golpes del báculo del arzobispo Laurent Ulrich. Bajo las altísimas columnas góticas, la emotiva entrada del presidente francés Emmanuel Macron acompañado de su esposa y alcaldesa de la ciudad, Ana María Hidalgo Aleu. Es el orgullo nacional y mundial que se manifiesta tras el terrible incendio del 15 de abril de 2019. Más de dos mil artesanos, arquitectos e ingenieros participaron, y 250 empresas, en lo que se recuerda como una restauración colosal.  «Merci»: es la enorme escritura luminosa proyectada en la fachada. Estuvieron presentes aproximadamente 1.500 personas, entre ellas 13 obispos franceses, dos patriarcas orientales, un metropolitano ortodoxo y los Caballeros del Santo Sepulcro.

Se levanta un atronador aplauso de cinco minutos en presencia de decenas y decenas de bomberos uniformados. Es una ovación de pie con los Jefes de Estado y de Gobierno llegados de todas partes y que han aceptado estar presentes en este momento histórico para la capital. El presidente francés está al lado del presidente estadounidense Donald Trump. El canto coral de los niños y un momento musical con violín y violonchelo expresan una emoción vibrante frente a una piedra que ya no tiene rastro de hollín. Es un despertar colectivo. «En este momento devolvemos esta iglesia al cristianismo, a Francia y al resto del mundo. Esta tarde Notre-Dame renace», afirma Macron en su discurso.

«La promesa de respetar el plazo de cinco años se cumplió», afirma el prelado, recordando la valentía y el trabajo incansable realizado. Y lo que expresa el Papa Francisco en el mensaje a monseñor Ulrich, leído por el nuncio Celestino Migliore, es agradecimiento y exhortación. Gracias a quienes trabajaron para restaurar este lugar simbólico de París a su antiguo esplendor, y una invitación a aprovechar esta oportunidad para dar un nuevo impulso a la Iglesia francesa.

La invitación que viene del Vaticano es, por tanto, recuperar la herencia de la fe precisamente a través de esta restauración. La catedral estará abierta a todos de forma gratuita. El Sucesor de Pedro espera que quienes pasen por aquí puedan «gustar la alegría de conocer y amar al Señor que se ha hecho cercanía, compasión y ternura». Y añade que esta magnificencia puede generar luz en el corazón y compartir esperanza.

Queridos fieles de París y de Francia, esta casa en la que vive nuestro Padre celestial es vuestra: vosotros sois sus piedras vivas. Quienes os precedieron en la fe lo construyeron para vosotros: las innumerables representaciones y símbolos que contiene están destinados a vosotros para conduciros con mayor seguridad al encuentro con Dios hecho hombre y redescubrir su inmenso amor.

Por enportada

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