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Pedro Peñaloza

“La música es la posesión de todos.

Sólo los publicistas piensan que alguien la posee”.

John Lennon

La historia de los prohibicionistas es muy antigua. Se recicla y reproduce. La matriz de estas reacciones tiene su origen en la construcción social de una ideología dominante que debe imponer una visión uniforme, con su infaltable andamiaje moral.

El objeto de lo anterior tiene como propósito central “disciplinar” y “homogeneizar” a colectividades plurales y diversas. En el avance e impulso de los reflejos “normalizadores” las clases dominantes imponen modelos y estereotipos de vida destinados en su mayoría al consumo y la administración de los deseos.

Ahora, el gobierno de la 4T ha revivido las añejas intenciones de imponer lo que “deben ver, escuchar y bailar” las audiencias prohibiendo hasta con cárcel los corridos “tumbados” y “narcocorridos”. Es evidente, que semejante visión es reduccionista y limitada al hacer abstracción del conjunto de variables que rodean la fenomenología social y cultural del impacto de la música en contextos específicos.

Otra vez, relacionan la música con el “consumo de drogas” y “apología del delito”. En otros tiempos apareció la persecución contra el Blues, Jazz, Rock & Roll, Rock, Punk, rap y hip-hop. En su momento, disruptivos y señalados por criticar valores de la época, mostrando las expresiones de clases marginadas y discriminadas como los afroamericanos en Estados Unidos. Pero todos símbolos de la rebeldía juvenil, de movimientos contestatarios de posguerra y crisis económicas, que denunciaban la moral, la violencia, desempleo, marginación y falta de un futuro más allá de los valores decadentes.

Los efectos en México del Rock coincidieron con la irrupción del movimiento estudiantil del 68 y con diversas expresiones de grupos locales que buscaban expresarse en los pequeños espacios satanizados por el conservadurismo hegemónico, cuyo cenit de rebeldía fue el festival de Avándaro en 1971, atacado ferozmente por los agentes del sistema, los códigos penales y sus estructuras ideológicas.

También, como ahora, las canciones y la forma de vestir fueron objeto de campañas para asociarlos con la delincuencia. Ante la incapacidad para entender y enfrentar estos fenómenos construidos por décadas, el gobierno claudista con un plumazo prohibicionista inició una campaña denominada “México canta”, cuyo objetivo, dicen, es “rescatar lo nuestro”. Sin saber todavía qué significa eso.

Tengamos claro, la libertad de expresar y pensar es pilar del sistema democrático. Esta es una línea roja que sólo cruzan los regímenes autoritarios que buscan “instruir” un pensamiento único y así acabar con cualquier idea que socave la conservación de su poder. Muchos lo han intentado, pero han fracasado. Veremos hasta dónde llega esta derecha disfrazada de izquierda. ¡Hipócritas!

@pedro_penaloz

Por enportada

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