Por Edgar Hernández*
@LineaCaliente
Difícil, muy difícil garantizar que las próximas elecciones municipales a sucederse el próximo primero de junio, no estarán marcadas por el signo de la narcoviolencia.
Imposible que no se registren muertes de candidatos, dirigentes locales, cárcel a opositores y amenazas armadas en contra la ciudadanía a pie de casilla para inhibir el voto.
Inimaginable no esperar la declinación en cascada de candidatos opositores misma que desde hace semanas es la constante y muy improbable que los morenos no hagan trampa, sea vía chantajes, amenazas, con la ayuda del OPLE, que se declara una vez más lista para dar cuenta de los resultados preelectorales… ¡precargados!
Utópico creer que no será así cuando la constante electoral del 2018 para acá ha sido esa.
¿Por qué habría de ser en contrario cuando la conveniencia política de Morena indica la urgencia de legitimar el régimen que recién arranca con un aplastamiento en prácticamente en los 212 municipios donde incluso el escenario opositor está menguado, sin ánimo, fuerza y sin dinero?
Que habrá elecciones claras y transparentes, según afirma la autoridad… pero eso está por verse, al igual que aquello de que no interviene ni intervendrá el gobierno en el proceso.
Está demasiado bobo para ser creíble lo mismo que aquella fulminante determinación de que no habrá dinero por abajo y encima de la mesa para comprar la elección de sí comprada de manera “legal” con dinero a los viejitos, los programas de Bienestar y las becas para los cacalovers chavos.
¿Habrá elección de Estado?
De ello ni hay duda. Tampoco que los señalados por el dedazo se impondrán y menos que los “gallos” de los Carteles ya desde ahora están en las listas de ganadores,
Esa es nuestra realidad.
Por ello inolvidable aquel pasaje anecdótico escenificado por la propia gobernadora Roció Nahle el pasado 16 de abril titulado por la prensa maliciosa “La risa de Rocío Nahle” al preguntarle sobre los supuestos siete grupos delictivos en el estado, a lo que respondió con incredulidad:
“¿Quién dijo que había siete grupos?”
Cuando los reporteros le aclararon que esa información venía del exgobernador Cuitláhuac García, ella fingió no entender:
“¿Qué exgobernador?”
“Cuitláhuac García”, respondieron.
“Ahh bueno, este…”, dijo Nahle mientras se reía abiertamente. Y como quien suelta una indirecta muy directa, remató:
“Es que quiero pensar que fue en el gobierno de Cuitláhuac, sí, bueno, miren…”
Ante ello, quién queda exhibido, el atarantando o la gobernadora que insinúa: “…Ah si, bueno, miren…”
Desde la apertura del calendario electoral partidos y candidatos -excepción de Morena- se han venido quejando de la escalada de violencia política a lo que la autoridad, particularmente el responsable político de la jornada del 1º de junio Ricardo Ahued, de manera airada rechazó exigiendo pruebas y denuncias.
Sin embargo, cuando así lo hicieron los agraviados el 15 de abril tuvo que tragar camote y admitir que, en efecto “ya son 20 los candidatos que han pedido protección al gobierno del Estado. Estamos atendiendo con responsabilidad cada petición”, dijo.
Es un hecho, sin embargo, que el reparto del pastel está a cargo de los cuadros delincuenciales con levantamientos relámpago y advertencias a los candidatos opositores de estar dispuestos a que lleguen y ganen siempre y cuando, ya en el poder, cedan las áreas financieras, de gobierno y obras públicas municipales, es decir, todo.
Lo mismo sucede con el nepotismo.
No hasta la misma candidata Morena a la alcaldía de Xalapa, Daniela Griego, impuso en su planilla como Síndico a su “novio, pareja sentimental o lo que sea” Marco Aurelio Martínez Sánchez (Al marido o exmarido o lo que sea, ya lo tiene dirigiendo el IPE).
Esa es la nueva democracia.
La de los 2 millones de votos y más por jornada electoral. Es el juego de poder hoy en manos de lo más depreciable de la sociedad organizada.
Tiempo al Tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo